jueves, 9 de enero de 2014

REFLEXIÓN.

Su cara arrugada no mostraba más que una resignación tranquila, sin frustraciones ni alteraciones. Nada tenía, más que un rosario en el que no creía y lo poco que vestía. Tranquila, estaba tranquila, no era desesperación por lo que sostenía entre sus manos un rosario, era sólo un ejercicio de reflexión. Recapacitaba sobre su vida, sobre lo que podría haber hecho y no hizo, pero sobre todo, de lo que hizo hasta ese mismo momento. No había balanza donde colocar lo positivo frente a lo negativo, si no una mirada retrospectiva de su intimidad, una mirada que no buscaba más que una síntesis para saber quién había sido y quien era. Quizá nunca encontrara la respuesta, quizá encontrara antes a la muerte, sin guadaña ni capa negra, si no una muerte que la llevaría a saber dónde, de la mano y con paciencia.
La vieja del rosario, Wilfredo Lam.

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