martes, 14 de enero de 2014

ELLA. ÉL.

Se quedó allí, llorando, esperando un arrepentimiento que la hiciera aparecer por el espejo. Pasaba el tiempo y así, su llanto aumentaba. Recordaba momentos dulces, recordaba las pasiones vividas, los besos dados, los negados y los robados. Recordaba y lloraba, no era feliz. Minutos antes le suplicaba que lo culpara, que le diera un motivo por el que no merecía la pena seguir con él, que le dijera sólo un error que hubiera cometido. Ella explicaba que él era bueno, que se había portado bien y que no podía pedirle más, y justo eso era lo que impedía seguir con él, el saber que por su parte no se podía dar más y que por la otra parte, no se podía pedir más. Ella, simplemente, no era feliz, lo quería, quizá, pero no era suficiente.
Él seguía llorando, recordando sus palabras. Ahora todo podía ser recuerdo, u olvido. Ahora todo sería diferente, se hizo mayor con ella, dejo su niñez atrás con ella, viajó con ella, comió con ella, durmió con ella, la amó, la quiso. Recordó incluso aquello que no vivieron: un viaje a París, una casita en el campo, un hijo (quizá), envejecer juntos frente al mar...El amor de su vida se fue, quizá para siempre, y se quedó sin ese amor, sin sus besos y con los recuerdos más bellos que se recordarán jamás.
Memory of Paris, Marc Chagall.

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