sábado, 11 de enero de 2014

DOLOR.

Dolía, dolía el silencio que desprendía su boca cerrada. Dolía que sus ojos le huyeran, hasta descansar en cualquier parte de la habitación. Dolían los roces, las caricias. Dolía el olor de su pelo y el sonido de sus dedos cuando los hacía crujir mientras pensaba en a saber qué. Dolía la ausencia de sonrisas, de risas y carcajadas, dolía el recuerdo de saber qué nada de eso volvería. Y dolía, por encima de todo, la impotencia ante aquella tragedia.
Beech Forest I, Gustav Klimt.

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