jueves, 27 de febrero de 2014

LLEGA LA PRIMAVERA.

Paseaba por un pueblo donde llegaba la primavera. Las golondrinas volaban bajo, armando algarabía, por las calles del pueblo. La tranquilidad se reflejaba en lo pausado de los pasos y en el caudal del río. Las aguas estaban quietas, llegaban a la mar sin sobresaltos. El sol iba cayendo poco a poco. La luz se anclaba suavemente a la piel, aferrándose con delicadeza a los lunares de su espalda. Las azoteas, orgullosas, relucían entre las brisas de mayo. Las ventanas se abrían de par en par y los árboles se alzaban a su paso. Las palmeras, a la vera del río brillaban, altas y fuertes. Las macetas eran los perfumes de las calles, las terrazas y los balcones fueron torres atalaya que esperaban su llegada. La mar fue el espejo donde poder maquillarse con los colores del atardecer y el viento fue la señal, la señal de que de nuevo llegaban las sonrisas entre soles y brisas, el pregón que anunciaba los besos bajo el sol, la alegría del corazón.
Boceto para azulejos I, Guillermo Pérez Villalta.

lunes, 17 de febrero de 2014

EN UN TIEMPO.

Vivimos en ese peligroso margen entre la melancolía y la esperanza, la melancolía de antiguos tiempos mejores y la esperanza de mejores tiempos futuros. Es el tiempo del miedo, el tiempo de la pasividad ante el presente. Es el tiempo de la espera, del no movimiento. Vivimos entre el peligroso margen del interrogante ignorado, de falsas promesas y del convencimiento del crepúsculo, ese convencimiento que nos lleva a creer que lo bello del día es cuando se va. Vivimos en el sucio margen entre la locura y la pena. Vivimos en el tiempo de abrazos vacíos, de besos al aire, donde el amor se vende por cuatro duros, donde la esperanza se ve a través del transparente velo del paso del tiempo. Vivimos por vivir, morimos por morir. Es tremendo, vivimos deseando la oscuridad, vivimos con el temor a la luz y sus descubrimientos. Las calles duermen. Para mal de algunos, nada acaba aquí, ni nada empieza, estamos arrojados en la mitad de un tiempo que no conocemos, en la mitad de un momento, que ojalá fuera otro.
La danza de la música del tiempo, Nicolas Poussin.

miércoles, 12 de febrero de 2014

PEREGRINO DE TU CORAZÓN.

Peregrino de tu corazón, el camino emprendía. Entre bosques y playas caminé, entre guerras y batallas. Por los versos de los poetas me deslicé. Me acercaban a ti. Fui preso de la esperanza y de la ilusión, que con sus crueles barrotes me apresaron frente a ti, cara a cara. Allí estaba, mirándote, soñándote, esperando ser alojado en tu cercano cuerpo. "¡Que me libren de los barrotes, que me libren de tu cercanía impotente, que yo no quiero estar cerca, que yo quiero ser la marea que moje tus arenas, que yo quiero ser el viento que mueva tus aspas!"
Caminos, Rafael López Blázquez.

sábado, 8 de febrero de 2014

EL NIÑATO.

¿Qué eran las luces si no un colorante de la oscuridad? Era una pregunta absurda que se le venía a la cabeza cada vez que se levantaba (así le iba). Se obsesionó con la relatividad, con las dudas existenciales y con las tetas de su vecina. Era un adolescente perdido, asocial y marginado, pero del grupo de marginados que se marginan con razón. Era un niñato que se creía superior por preguntarse gilipolleces al amanecer. Babeaba con su vecina, daba asco. Repugnaba a medio instituto, la otra mitad ni se percató de su existencia. Era repelente, un salido que leía libros que no entendía. Estaba muy delgado, iba sucio a clase y usaba tirantes (esto último era motivo de burla de profesores y conserjes). Lo peor de todo es que era feliz, que disfrutaba de las burlas, de la marginalidad más asquerosa y repugnante al que pueden destinar a alguien. Gozaba con mirar a su vecina fijamente con una mirada repulsiva mientras se tocaba su paquete (realzado por la tensión de sus tirantes). Era feliz, pero asqueroso.
Vestido bajando la escalera, Eduardo Arroyo. 

OSCURIDAD.

Un salto al vacío, una explosión de frente. Una caída a la oscuridad, la vuelta a las sombras tras una luz incómoda. Lo necesario para sobrevivir. Un giro, una vuelta, un estallido que impresione. La búsqueda de lo imposible, el camino incierto, un paso atrás, o adelante. La grave equivocación de no saber, la grave equivocación del arrepentimiento, a pesar de lo que digan los sabios. Una única certeza, que no todo lo soluciona, aunque debería. La ignorancia de viejos y jóvenes, la inutilidad del paso de los años reflejada en todas y cada una de las tumbas. Esquelas que nadie lee, ni siquiera tú.
Negro, blanco y rojo, Francesco Clemente.

miércoles, 5 de febrero de 2014

LA JOVEN Y EL BALCÓN.

Asomaba por su balcón, era pálida y tímida, pero allí estaba, desnuda, mostrando su cuerpo a la calle y a las macetas que la decoraban. No pronunció palabra, estaba callada. La gente la miraba, pero seguía adelante, corriendo, con sus cosas y su estrés. El sol la bañaba, pintando su palidez en un anaranjado suave, con diferentes tonalidades. Sus manos estaban apoyadas suavemente sobre la reja y sus pies descalzos estaban fríos. Un joven que paseaba, con su maletín y su sombrero. Se paró en aquella marea de gentes, que no cesaba y que inclinaban sus cabezas al pasar bajo el balcón. Él se paró, levantó su cabeza y se sentó sobre un bordillo a observarla. Ella se percató de la presencia del joven, que mantenía un rostro serio y curioso. Se quitó el sombrero y lo puso a un lado. La gente seguía pasando por allí, sin mayor atención ni morbo que el de dirigir una mirada al balcón  que duraba no más de un instante.
Llegó la tarde, y todo seguía igual, ella en el balcón, él en el bordillo con su maletín en el regazo y el sombrero a un lado, y la gente que seguía transcurriendo por la calle. El sol se ponía, y con él, la pálida piel de ella se convertía en un tenue fluorescente y la calle se quedaba más solitaria. Llegó el momento en el que se quedaron solos, intercambiando serias miradas, la de ella con más miedo y timidez, pero seria al fin y al cabo. Se apagaron las farolas y las pocas ventanas que podían desprender algo de luz de su interior. Entre las sombras ella vio como él se levantaba, se colocaba el sombrero y sacaba de su maletín una rosa, que colocó bajo el balcón. Levantó la mirada por última vez y con una sonrisa y una inclinación del ala de su sombrero, se despidió de la joven, que sin sonrisa si no con llanto, lo despidió. 
Balcón, Albert Rafols Casamada.

martes, 4 de febrero de 2014

VOTACIONES I CONCURSO.

Buenas a todas y todos. Ya el relato "QUERER" está concursando, os agradecería a todas y todos que me ayudéis a ganar el concurso. Para ello, tenéis que entrar aquí y dar a ME GUSTA. Es sencillo y os lo agradeceré de corazón. Un saludo!!

lunes, 3 de febrero de 2014

PESADILLA.

En la escena, una mujer paría, entre sangre y flujos, y dolor. Un cura al lado la bendecía, con una cruz dorada. Nadie asistía a la mujer. Los gritos de sufrimiento retumbaban en aquella pequeña sala. Entraron por la única puerta un coro gregoriano, unos monjes ataviados con sus túnicas. Se situaron delante de la parturienta. Los alaridos y el canto de los monjes se mezclaban en una extraña y novedosa armonía. Uno de los monjes, separado del grupo, vende los CDs y las camisetas del monasterio, no se sabe muy bien a quien. La mujer, desangrándose y entre gritos y susurros, le pide al monje un CD, el último que salió al mercado. El monje se acercó a ella y le vendió el CD, de regalo, en un acto de caridad cristiana, una pequeña camiseta para el crío que estaba asomando de entre las piernas de su madre. Los monjes seguían cantando, al mismo tono, sin sobresalir ninguno sobre el resto, lo único que desentonaba eran los gritos de la mujer, que se fueron apagando poco a poco. Las muerte de la mujer, y del recién nacido, entre sangre y flujos, dieron por finalizado el concierto de los monjes, que fueron saliendo, en fila, de uno en uno, por la puerta. El cura, bendijo por última vez a la mujer y siguió a los monjes.
La maestá. La muerte de la Virgen, Duccio di Buoninsegna.

I CONCURSO.

Buenas a todas y todos. Me dirijo a ustedes por primera vez para deciros que participaré en un concurso en el que el premio consiste en que ilustren uno de mis relatos. Para participar necesito vuestra ayuda y, mediante vuestros comentarios, elegir el relato que entrará a concurso. El relato (la entrada) que más comentarios tenga será el elegido. Sin más, gracias por vuestras visitas y comentarios y os iré comentando todo lo que vaya surgiendo. ¡Un abrazo!

P.D.: El relato lo enviaré sobre las once, así que poco tiempo tenemos.

domingo, 2 de febrero de 2014

LO CONTRARIO DEL MIEDO ES EL AMOR.

Pensó en la muerte, y se rió. Decían que conversaba con ella frecuentemente, que a veces se amaban, pero eran sólo rumores. Realmente no se amaban frecuentemente, se amaban a cada momento, cenaban y bailaban bajo el rojo cielo en cada ocaso. Un buen amigo le preguntó por aquello, por lo macabro de aquella relación, por lo rara que era ella. Él, sintiéndose poeta sin serlo, respondió que algún día le tuvo miedo y que llegó el momento en el que se impuso, pensó que lo contrario del miedo era el amor (posiblemente, cometiendo un grave error) y que sintió en lo más profundo de su alma que tenía que amarla. El amigo, sorprendido y acongojado, le preguntó sobre cómo la conoció. "Pues nada, pensé que podría estar en algún garito rockero oscuro, fui a uno y allí la encontré, con su guadaña y todo", respondió naturalmente. El amigo cada vez se alejaba más, pero le pudo la curiosidad: "¿Bueno, y cuando os acostáis, ella que tal es, como os lo montáis?". Con una media sonrisa, contestó a su amigo "Pues al principio es raro, pero te acostumbras. Le gusta jugar con sangre, corazones latentes de animales recién muertos, masticar sesos y quizá, lo más trabajoso sea limpiar el dormitorio cada mañana". Ante la respuesta, su amigo, aterrorizado, en un amago de salir corriendo, pensó en aquello de "lo contrario del miedo es el amor" y se lanzó sobre él. Y lo amó.
Disparate de miedo, Francisco de Goya y Lucientes.

UN FOGONAZO SILENCIOSO.

Un fogonazo silencioso, mudo, se elevó sobre él. Él, relajado y con los ojos cerrados, notaba cómo la luz se filtraba por sus párpados. Sus pies no se separaban de la tierra cuando abrió los ojos lentamente. La luz le molestaba, pero la hoguera de esperanza que ardía en su interior impulsó a la apertura de su visión. Era un sueño interrumpido en un fresco amanecer de mayo. Las suaves sábanas envolvían sus piernas y su torso desnudo despertaba poco a poco en una respiración calmada. Tenía un nuevo día mirándolo a los ojos.
Sueño, Andrés Cillero.

sábado, 1 de febrero de 2014

UN SOLO AMANECER.

Que volviesen tus besos, aunque fueran en un sólo amanecer. Un sólo amanecer en el que pudiera memorizar el recorrido de tu piel por tu cuerpo, cada lunar, cada cicatriz. Memorizar el sabor de tus besos, los rizos que cubren tu cabeza, el tono oscuro de tus ojos. Sólo un amanecer en el que pudiera memorizar lo que siento al oir tu lenta respiración mientras duermes, en el que pudiera memorizar tu desnudez. Sólo un amanecer... Maldigo a aquellos que aclaman al olvido, que lo ansían. Cuando se quiere olvidar, se quiere olvidar el tiempo perdido, el odio o la pena. Yo, sin embargo, solo quisiera tatuarme un último amanecer contigo, un sólo amanecer en el que las primeras luces del sol te iluminen poco a poco y pueda memorizarte sin prisas. Un solo amanecer...
Amanecer, Javier Clavo.